La práctica de la ética y la moral está conectada con la práctica de la generosidad. Como budistas, todos hemos asumido diversos votos y compromisos, y cada vez que nos esforzamos por mantener estos votos, hacemos ofrendas a las Tres Joyas.
Cada vez que abandonamos hacer daño a los seres y cultivamos el beneficio para los seres, esto también es hacer ofrendas a las Tres Joyas.
Incluso si estamos haciendo una sola postración, no deberíamos pensar que estamos logrando nuestro propio beneficio o que estamos acumulando mérito para nosotros mismos al hacer esto. Más bien, deberíamos pensar que hay innumerables seres sintientes que continúan vagando en el saṃsāra a través de la fuerza de sus acciones negativas.
Estos seres no tienen fe en las enseñanzas del dharma y, por lo tanto, están atados, carecen de libertad. Es por su bien que hago esta prosternación. Cuando nos postramos con esta mentalidad, entonces esto también es la ofrenda del cuerpo.
En segundo lugar está la ofrenda, o generosidad, de la palabra. Si recitamos incluso un mantra, deberíamos hacerlo con el propósito de todos los seres.
Con cada recitación del mantra oṃ mani padme hūṃ, por ejemplo, un cuerpo de emanación de Chenrezig se manifiesta para el beneficio de los seres sintientes.
Por lo tanto, cuando tenemos la mente de altruismo y compasión y recitamos incluso un mantra con el propósito de los seres sintientes, eso se convierte en la ofrenda de la palabra.
También, siempre que pronunciamos palabras que son beneficiosas o elevadoras para los demás, o cuando, a través de nuestras propias palabras, reunimos a personas que están en conflicto, cuando meditamos por las personas, estas también son ofrendas de la palabra.
De todos los tipos de ofrendas que podemos hacer, la bodhicitta es suprema.

Debemos reconocer que, en general, nuestra riqueza, comida, placeres y demás se convierten en una causa para que la mente quede atada. Por supuesto, si la mente no está atada, no hay daño en disfrutar las cosas de este mundo e incluso del reino puro de los dioses.
Pero para aquellos de nosotros que aún tenemos apego y aferramiento, necesitamos practicar la ofrenda. Todo lo que nos resulta placentero, todo lo que disfrutamos, debemos acostumbrarnos a ofrecerlo mentalmente a los seres iluminados.
Al hacer esto, los lazos creados por las circunstancias placenteras se desatan. Estos son medios hábiles enseñados por el Gran Compasivo.
Todo lo que nos es placentero, todo lo que nos parece hermoso, debemos acostumbrarnos a ofrecerlo una y otra vez a las Tres Joyas. Si vemos joyas hermosas, ornamentos, distintos tipos de ropa, comida, flores, agua, lo que tengamos o visualicemos mentalmente, debemos ofrecerlo.
Cuando hacemos ofrendas continuas de todos nuestros disfrutes, esto se convierte en la causa para purificar nuestro hábito de aferramiento.
Hablamos de la perfección de la generosidad, que es la práctica de hacer ofrendas de cosas físicas.
Cada vez que hacemos ofrendas a las Tres Joyas, esto se convierte en una causa para aflojar los lazos del aferramiento que atan nuestra mente. Milarepa dijo que la ausencia de aferramiento es, en realidad, la verdadera paramita de la generosidad.
Para practicar el Gran Sello, el mayor apoyo es el cultivo de la consciencia vigilante. Si mantenemos consciencia en todas nuestras actividades, cuando veamos algo hermoso, como flores o cualquier otra cosa, puede surgir un pensamiento inicial de: “¡Oh, quiero eso!”.
Sin embargo, si tenemos consciencia vigilante, reconoceremos de inmediato el surgimiento del aferramiento. En ese instante, podemos transformar la aflicción haciendo una ofrenda mental a todos los Budas.
Si nos disciplinamos de esta manera con consciencia vigilante, momento a momento, todo lo que hagamos se volverá virtuoso y meritorio. Sin ese tipo de consciencia, la mente continuará atándose cada vez más a nuestro aferramiento.

La práctica de las seis perfecciones es realmente el fundamento del Gran Vehículo. La primera es la generosidad, que es un método supremo para eliminar el aferramiento al yo.
Si poseemos algo muy valioso, tendemos a pensar “esto es mío” una y otra vez. Esto refuerza el concepto y, con el tiempo, nos apegamos tanto que no estaríamos dispuestos a darlo a nadie más. Debido al aferramiento al yo, nos aferramos a ese objeto y nos vemos atados a él.
Si tenemos cien dólares, queremos mil. Cuanto más nos aferramos, más nos ata. Si tenemos mil, queremos diez mil, luego cien mil, y así sucesivamente.
Cuando ofrecemos el maṇḍala, hacemos una ofrenda a todos los seres iluminados, y esta ofrenda mental es un antídoto contra el pensamiento “esto es mío”. Poco a poco, comienza a liberar nuestra mente de la esclavitud del aferramiento al yo.
También tenemos la tendencia a aferrarnos a nuestro propio cuerpo, pensando que esta forma es mía. Si hacemos el esfuerzo de pensar que el cuerpo es como el hogar de otro ser, la casa de alguien más, entonces no hay razón para apegarnos a él.
Este es otro método para entrenar la mente y purificar el aferramiento al yo.
No es necesario reunir todas las sustancias de ofrenda prescritas. Debes reunir lo que puedas, como flores, cuencos de agua, una estatua o imagen, y el resto puedes visualizarlo.
Es importante entender el significado de hacer estas ofrendas. El punto es superar el aferramiento al yo.
Cuando practicamos hacer ofrendas, estamos entrenándonos para entregar lo que nos es preciado y así liberar el apego. Normalmente estamos apegados a los placeres sensoriales, por esta razón los ofrecemos.
El Yidam en realidad no tiene necesidad ni deseo por estos placeres, pero ofrecerlos libera nuestro propio aferramiento y acumulamos gran mérito.
Como resultado de hacer ofrendas, experimentaremos un resultado similar a la causa en futuras vidas, como un cutis hermoso o una vida larga, y finalmente, será la causa para alcanzar el despertar.